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El Lobo Rayado
Blog del astrofísico Ángel R. López-Sánchez sobre Astronomía, Astrofísica y Ciencia en general. |
La ignorancia es la noche de la mente, pero una noche sin luna y sin estrellas. Confucio
Si las estrellas aparecieran tan sólo una vez cada mil años ¡Como las adorarían los hombres! Ralph Waldo Emersson |
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Mi desilusión por la Astronomía cordobesaDurante muchos años fui autodidacta en la Astronomía. De pequeño, leía libros y revistas sólo por intentar conocer mejor el Universo que nos rodea. Tenía la suerte de vivir los fines de semana y en verano en la sierra cordobesa, a menos de 15 km de la ciudad. Por aquel entonces la contaminación lumínica no era muy importante y disfrutaba de los mejores cielos que he visto en mi vida. Aprendí a moverme en el cielo, con unos simples prismáticos y un libro de cartas del cielo, dibujaba las constelaciones en una libreta, y memorizaba tanto la posición de las mismas como el movimiento de los planetas que encontraba.Un día de verano que nunca olvidaré, mi padre me hizo uno de los mejores regalos que jamás me han dado: un pequeño telescopio. Recuerdo saltar de un chalé a otro enseñando orgulloso mi nuevo instrumento, sin poder esperar que llegara la noche para probarlo. Mi pequeño refractor altazimutal de 60 mm me abrió un nuevo universo. Aprendí a moverlo a pulso, sin usar motores o mandos lentos, para encontrar objetos difusios perdidos entre las estrellas. En un año había visto la mayoría de objetos Messier, quitando la zona del cúmulo de Virgo y los objetos más débiles. Por aquel entonces, ya había decidido que quería ser astronómomo. Tenía 12 años. Viendo mi ilusión por la Astronomía, mis padres me regalaron al poco tiempo un nuevo telescopio: un reflector de 114 mm, marca Zeus, con montura ecuatorial, y que con el paso de los años yo llamaría cariñosamente Franki. Yo pensaba que, una vez bien orientado a la Polar, se podría ir a cualquier objeto del cielo sólo con poner las coordenadas correctamente en sus ejes. Pero no funcionaba así. Casualmente, un primo paterno era compañero de otro astrónomo aficionado cordobés, David Martínez, entonces empezando su carrera de Física en Sevilla. Resultaba, además, que en Córdoba existía una agrupación astronómica. Esto me sorprendió mucho, porque no pensaba que en mi ciudad le importase a nadie lo que eran las estrellas o la ciencia en general. Por eso siempre me había visto un poco raro en eso, en que me apartaba del ruido de pubs y discotecas donde se refugiaba la gente de mi edad y me refugiaba en la soledad del campo, bajo las estrellas. David me atendió muy bien, me explicó lo que yo ya sabía (cómo orientar el telescopio), aunque me contó muchísimas cosas más que yo desconocía. Así, entré a formar parte de la Agrupación Astronómica de Córdoba (AAC). Era el verano de 1991, el del brillante cometa Levi, mi primer cometa del que hice más de 40 dibujos, siguiéndolo en el cielo casi todos los días. Participé en un par de cursos que la AAC organizó entonces, asistiendo también a observaciones nocturnas, donde pude mirar con un telescopio de ¡20 cm!. Mis padres invitaron a David al chalé. Pasamos noches inolvidables bajo las estrellas, yo aprendiendo muchísimas cosas de él, y buscando diminutos objetos casi en el límite de los telescopios. Guardo excelentes recuerdos de entonces. Una noche, hablando sobre la AAC, me invitó a formar parte de la Junta Directiva. Yo, en principio, me asusté: sólo era un chaval de 13 años, y tenía muchas cosas que aprender. No sabía nada de cómo llevar una responsabilidad como esa. Acepté, y en la siguiente asamblea me nombraron tesorero. Ni idea de como se llevaban las cuentas, pero David y Jose Alejandro (a quien también le debo mucho en esto de la Astronomía) me enseñaron cómo hacerlo. También me tocó ayudar a montar la sede social, en un antiguo edificio antiguamente dedicado a fines militares y entonces acondicionado como centro para asociaciones. Como casi el resto de la Junta Directiva estudiaba o trabajaba fuera de Córdoba (ciudad), me tocaba a mí quedarme los viernes por la tarde y los sábados por la mañana en la sede, esperando a que viniera algún socio (cosa que rara vez ocurría), pero que aprovechaba leyendo y ordenando toda la información que teníamos allí (desde revistas de otras agrupaciones a libros). Dejé todo clasificado, creé un panel con noticias astronómicas que nadie excepto yo veía y ordené el poco material astronómico que teníamos. Luego llegó una temporada frenética, la época de los Campamentos de Astronomía en la Naturaleza. De las cosas que con más ilusión he preparado en mi vida (y eso que casi todo lo que haga es con gran ilusión). No sólo conocí a Lola en ellos, sino que me sirvieron para aprender mucho más de Astronomía y descubrir que la divulgación y la enseñanza de la misma es algo que me apasiona. En 1994, antes de comenzar la carrera, siendo entonces secretario, me hice responsable del Boletín Informativo de la AAC. Otra cosa que he llevado con muchísima ilusión siempre. Ya me había dado cuenta de que muchos socios sólo figuraban para recibir el boletín, que se hacían muy pocas actividades aparte y que en el fondo sólo éramos tres o cuatro (los de la Junta Directiva) los que hacíamos algo. No conseguíamos ayuda por muchos sitios, posiblemente porque no la buscábamos bien, al yo no conocer nada del mundo administrativo y al estar el resto fuera de Córdoba. Pero yo seguía con mi ilusión, empezando a escribir pequeños artículos y completando las cosas que faltaban en la revista. Aún estaba lejos esta época de ordenadores e internet: la revista la hacía a máquina, los mapas los dibujaba con cuidado, y las fotos (o recortes de otras revistas) los pegaba en los folios para luego fotocopiarlas. Me encargaba de ir a la fotocopiadora, encargar las copias, recogerlas, meterlas en sobres e enviarlas no sólo a los socios sino también al resto de agrupaciones astronómicas españolas con las que manteníamos contacto. Irónicamente, todo el esfuerzo nunca repercutía en una compensación económica para mí, sino todo lo contrario: normalmente me costaba el dinero. Pero no me importaba porque seguía haciéndolo con mucha ilusión. Con mi entrada en la Universidad de Granada, también yo salí de Córdoba. Llevaba las cosas desde ahí, enviado boletines y cartas desde Granada a Córdoba, solicitando sobre todo la colaboración para algún articulillo. Pero el grupo que quedaba en Córdoba, un grupo de amigos a los que les une la Astronomía, quedaba para charlar y observar. En Granada, me rodeé de varios compañeros que también disfrutaban de la Astronomía (Javi, Bella y Dámaso), que me ayudaban con sus artículos, con las fotocopias, con las cartas e incluso representando a la AAC en Jornadas de Astronomía a nivel estatal. Empezó una nueva etapa, gracias a Internet, construimos una página web en 1996, gracias a Pepe Caballero, un amigo de siempre a quién también pringué para la causa de la Astronomia en Córdoba, y en cuya cuenta sigue estando hoy día la web de la AAC (de ahí las siglas cacaj en la dirección: CAballero CAballero, José). Podíamos bajarnos estupendas fotos del telescopio espacial, efemérides, programas de Astronomía, noticias destacadas, etcétera, casi al instante, complementando la información que dábamos en la revista. Intenté promocionar un poco la Astronomía en Córdoba: mandaba cartas al periódico local, Diario Córdoba (curioso: si pones Diario Córdoba en Google el 5º y 6º enlace pertenecen a la página de la AAC), sobre todo por eclipses o lluvias de estrellas, pero rara vez se publicaba algo. A lo sumo, un periodista retocaba mi artículo y ponía su nombre en él. La Astronomía no es importante. si hubiésemos hablado de ovnis, astrología o caras en el Bélmez cordobés, seguro que sí. En todos mis envíos rogaba a quien recibiera la carta que estaba dispuesto a escribir alguna columna de Astronomía de forma gratuita cuando quisiesen, que por favor me respondieran. Silencio. Alguno de mis artículos cayó en la sección cartas al director, por ejemplo, durante el eclipse solar de 1999. Poco éxito. Llevaba ya una temporada siendo vicepresidente, pero la cosa se animaba. Contacté con nuevos compañeros, que luego se hicieron socios de la AAC, llegó la época dorada del chat donde conocía a tan buenos amigos y nueva gente se acercaba a la AAC para conocernos. Un día conocí a un chico muy activo que había organizado un Aula de Astronomía en su facultad. Era una persona muy activa, hablaba mucho y conseguía cosas que yo consideraba increíbles (¡una sala con un cañón de vídeo para el ordenador para dar una charla en Córdoba! ni en mis mejores sueños). De inmediato se involucró en la AAC, organizando actividades conjuntamente a varios socios nuevos. Pero también se propuso actualizar los estatutos de la Agrupación, porque, según él, estaban obsoletos y ni siquieran pertenecían a la AAC, sino a una sección juvenil de la AAC. Yo nunca entendí casi nada. Mi preocupación era la Astronomía, observar, escribir artículos, animar a la gente, luchar contra la contaminación lumínica y sobre todo terminar la carrera para conseguir hacer la tesis en Astrofísica. Pero, lo reconozco sin avergonzarme, todas esas cuestiones administrativas y burocráticas me eran totalmente desconocidas. Las cosas cambiaron en una asamblea, de nuevo convocada por mí en representación de la Junta Directiva, en la que para comenzar todos me miraron esperando a que yo abriera la sesión. De ahí salí como presidente. Fue justo hace 3 años, poco antes de que me dieran la beca de astrofísico residente en el IAC y me viniera a vivir a Canarias. Este chico fue elegido como vicepresidente. Se hicieron muchas cosas buenas esos años: se arregló lo de los estatutos, se comenzaron a hacer actividades con la Casa de la Juventud de Córdoba (incluso una exposición de Astronomía), se creó una lista de correo electrónico, aparecimos un poco más en prensa y radio locales y se quedaba periódicamente para observar. Pero teníamos varios problemas. El primero, que el edificio donde teníamos la sede estaba casi en ruinas. Se tuvieron que sacar las cosas de allí y distribuirlas por las casas de algunos socios. Por otro lado, no conseguíamos tener bien localizados a todos los socios ni (quizás de lo más grave) quiénes pagaban las cuotas. El chico a quien me refería antes se cansó de organizar actividades para que la gente no respondiera (de hecho, siempre iban más gente de fuera de la AAC que socios, y de éstos casi siempre venían los de fuera de Córdoba capital). Prefirió dejar de ser miembro de la Junta Directiva precisamente porque los socios no respondían. En Navidad del año pasado celebramos una nueva Asamblea para organizar las cosas. Había entrado mucha gente buena y capaz en el entorno de la AAC, que querían ser socios y dar su granito de arena. Pero hasta que no dejáramos bien resuelto el tema de la secretaría y tesorería, además del grave asunto de la sede (nos reuníamos en la Casa de la Juventud), no podíamos hacer muchas cosas más. Me involucré personalmente en todo el asunto, contacté con todos los socios para actualizar la lista de socios correctamente y así proponer que el pago se hiciera por Domicialición Bancaria. Dejé todos los papeles necesarios durante las pasadas vacaciones de Navidad, sólo para que el resto de la Junta Directiva los gestionaran, firmaran y entregasen en los lugares correspondientes. Pero me equivoqué a la hora de proponer la nueva Junta Directiva: cada uno estaba en un sitio distinto de la provincia de Córdoba (y yo en Canarias). Unido al trabajo de cada uno, y recordando que es una afición (hobby lo que nos une, se fue alargando la cosa y aún no se ha podido resolver. Son excelentes astrónomos pero creo, como me pasa a mí, que a la hora de gestionar una agrupacion de este tipo quizás no eran (somos) las personas más indicadas. Ahora viene la parte más triste, la que no me ha dejado dormir esta noche, la que me deprime y responsable del título de esta larga historia que quizás luego me arrepiento de publicar (si al final lo hago). A partir de conversaciones en la lista de correo de la AAC, se generó este verano un mal ambiente entre algunos socios (algunos de la nueva Junta Directiva), que fue empeorando a lo largo que pasaban los meses. Me he dado cuenta que los mensajes de correo electrónico son muy peligrosos: es muy fácil escribir algo sin censurarse a sí mismo, luego darle al botón de enviar, responder a otro mensaje que alguien escribió dos días atrás subiendo más el tono, etc. Sucedió cuando yo estaba en el VLA y no pude hacer nada para evitarlo: cuando volví a España, todo había saltado, e incluso nuevos socios con enorme potencial habían abandonado la AAC. He intentado desde entonces apaciguar los ánimos, pero no he podido. Miedo me dio cuando comprobé aterrado que los mailes estaban ahí, se podían imprimir y usar como pruebas acusatorias. Los famosos estatutos eran usados por unos y otros también como arma, oyéndose cosas tan nefastas como expediente... En resumen, podríamos decir que existían dos sectores: el que quería que se hicieran continuamente actividades en las que los socios se involucrasen más (algo imposible por ser los cordobeses como son, según mi experiencia), sector encabezado por este chico activo que tanto hizo hace unos años por la AAC, y el sector que quería que se perfeccionaran las técnicas con charlas especializadas y observaciones (algo también muy necesario, pero no la actividad en exclusiva de una asociación que tiene como objetivos la divulgación de la Astronomía). En la última semana, a raíz de una excelente noticia como que habíamos conseguido una sede en un centro cívico de un barrio, la discusión entre ambos sectores entró en un camino sin retorno que ha provocado la dimisión de casi toda la Junta Directiva y un cruce de acusaciones (incluidas hacia mi persona) que me han dolido profundamente. Yo reconozco que me he equivocado, que la Junta Directiva actual ha sido ineficaz en su cometido, pero estaba haciendo todo lo posible por solucionarlo: escribí una carta convocando una asamblea (no puede ser hasta navidad porque yo no estoy allí antes), hablé con los implicados y rogué, por activa y por pasiva, que no se enviaran más mailes personales para no enredar aún más, y a tal efecto los incluí en una misma lista, para que si querían decir algo se hiciera ahí. Pero no se cumplió este mi único ruego. Me siento decepcionado, defraudado, desilusionado por todo esto. ¡Todo mi esfuerzo de tantos años por difundir y divulgar la Astronomía en Córdoba no ha servido para nada! No sé qué voy a hacer. Tanto Lola como mis compañeros del IAC me dicen que lo deje todo, que no entienden cómo he podido aguantar todo esto en los últimos meses, que tengo cosas más importantes en que pensar (como una tesis o mi futuro profesional), que no debería involucrarme en esas cosas (al fin y al cabo soy un astrofísico del IAC, ¿qué puedo ganar de una agrupación astronómica de aficionados que, además, en vez de esforzarse en mejorar se lanzan los trastos a la cabeza?). Al fin y al cabo, es lo más sencillo: dejarlo todo. Lo peor: lo que al principio había sido una magnífica herramienta, Internet y el correo electrónico, se ha convertido en una peligrosísima arma que puede destruir cualquier cosa como consecuencia de mensajes entre personas que suben de tono y el copy-paste de mira lo que me ha dicho fulanito. No sé qué hacer, pero hoy mismo tomaré una decisión. Esta tarde enviaré mensajes a todos y a la lista de correo de la AAC. Ya no puedo hacer otra cosa. No sé si es la forma de ser de los cordobeses, si cada uno es demasiado egoísta o cabezón en defender a muerte que está totalmente en lo cierto. Obviamente, yo quiero hacer Ciencia y seguir divulgando la Astronomía. ¿Vale la pena seguir así? Como he dicho antes, quizás me arrepiento luego de dejar esto aquí, pero espero que algo ayude. Cualquier comentario constructivo será muy bienvenido. Cualquier comentario destructivo o con nombres personales será automaticamente eliminado (lo siento, nunca he sido partidario de la censura en este blog, pero no voy a permitir que también aquí se abra un campo de batalla, como ha ocurrido a través del correo electrónico). Gracias por estar ahí.
| Publicado 2004-10-31 ,
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